viernes, 29 de marzo de 2013

Sobrevivir | Capítulo I

Me despierto tarde, muy tarde. ¡Son las dos! A veces, por extraño que parezca, anhelo escuchar los gritos de mi mamá a las ocho de la mañana, diciéndome que me levante. Pero eso ya no pasa, porque vivo sola desde hace seis meses. A la noche nunca me acuerdo de poner la alarma, y luego sucede esto.
Me doy un baño y me cambio. Hoy es un día importante: tengo mi entrevista de trabajo en la Style Magazine. Aún no puedo creer que haya logrado que me den una oportunidad. Es la revista de moda más famosa e importante de Estados Unidos, espero poder complacerlos.
Elijo un vestido corto y suelto de color rojo, sin tirantes y con una cinta blanca atada a la cintura; me pongo unos zapatos de taco fino blancos. Seco mi cabello y lo dejo suelto, cayendo en suaves ondas por mi espalda; me pongo un poco de maquillaje y pinto mis uñas. Dentro de mi bolso coloco mi celular, las llaves y algo de dinero.
Ya son las cuatro, tengo una hora libre. Decido hablar con Rin, mi mejor amiga. Tomo mi celular y marco su número, responde al tercer timbrazo.
—Kagome —escucho su voz al otro lado.
—Rin, ¿cómo estás?
—Muy bien, ¿y tú?
—Nerviosa, hoy es mi entrevista, ¿recuerdas?
—¡Es verdad! Te va a ir bien, ya lo verás —me alienta.
—Eso espero... —digo, un poco desanimada. Realmente me tengo muy poca fe.
—No seas negativa —me dice, un poco molesta—. ¿Quieres que nos juntemos? Así te tranquilizas un poco.
Acepto su propuesta, y quedamos de encontrarnos en una plaza que está a tan sólo dos cuadras del gran edificio perteneciente a la revista.
Al cabo de diez minutos, ambas nos encontramos sentadas en un banco, viendo pasar los autos.
—El edifico es aquel, ¿no? —me pregunta, señalando con el dedo hacia la izquierda.
—Sí —le respondo—. Es enorme, tengo miedo de perderme.
—No seas tonta, Kag, seguro habrá alguien que te va a guiar hasta la sala de reunión.
Adoro a Rin, siempre quiere sacarme una sonrisa. Todo el optimismo que a mí me falta, ella lo tiene de sobra.
—Gracias —le digo, de repente.
—¿Por qué? —pregunta extrañada, frunciendo el ceño.
—Por ayudarme con esto.
—No hay de qué —sonríe—. Para eso están las amigas.
Le devuelvo la sonrisa y nos damos un fuerte abrazo. Miro la hora: cuatro y cuarenta y cinco.
—Es hora de irme —digo, con la voz temblorosa por los nervios.
—Dale, ¡no seas boba y no estés nerviosa! —me repite por enésima vez—. Todo va a salir bien, y te van a dar el trabajo.
Nos ponemos de pie y cada una toma su camino. Ella a la tranquilidad de su hogar; yo al mismísimo infierno.
No tardo más de cinco minutos, ya que me encontraba cerca. Miro hacia arriba: el edificio es mucho más grande de lo que pensé. Tiene cierto estilo gótico, y es muy elegante.
Tomo aire y entro por la gran puerta de vidrio.
Definitivamente, voy a perderme aquí dentro. Frente a mí, se extiende un interminable pasillo con puertas a ambos lados. Cientos de escaleras suben y bajan a mi derecha; y miles de personas se mueven apuradas por toda la planta. ¿Cómo demonios voy a saber hacia qué lado tengo que ir? Tengo, al menos, doscientas opciones; no puedo darme el lujo recorrer el edificio como me plazca, ya que tengo sólo diez minutos para hallar el salón de entrevistas.
Para mi suerte, veo que a la izquierda hay mostradores y quince jóvenes chicas atendiendo. En la parte inferior, hay un gran cartel que dice Recepción. Ahí puedo pedir indicaciones, ya que ése es su trabajo, ¿no?
Me acerco al escritorio del medio, el único que no tiene cola. Sobre él, hay una placa que dice Sango Monrow, que supongo es el nombre de la secretaria. Tiene el cabello recogido en un prolijo y oscuro rodete, atado con una delicada cinta de color rosa pálido con un moño. Lleva puestos unos lentes pequeños y rectangulares.
Al notar mi presencia, levanta la vista y me sonríe. Tiene unos bonitos ojos marrones.
—¿En qué puedo ayudarte? —pregunta amablemente.
—Vengo a una entrevista de trabajo con… —me tomo unos segundos para buscar en mi cartera el papel en donde figura el nombre de mi entrevistadora—, con Marissa Harlod.
—Oh, tú debes ser Kagome Higurashi, ¿no? —dice, reconociéndome.
—Así es —respondo, un poco nerviosa y esbozando una tensa sonrisa.
—Hmm… Bueno, Marissa tuvo un inconveniente y no pudo venir a tu entrevista —me informa apenada.
—Oh, no importa, puedo volver en otro momento y…
—No, no —me interrumpe—. Izayoi me dijo que te llevara con ella en cuanto llegaras.
¿Izayoi? ¿Quién es Izayoi?
—Es la dueña de la revista —dice Sango, al notar la confusión en mi rostro.
—¿La… dueña? —trago saliva. ¿Acaso voy a tener mi entrevista con la dueña?
—Sí, pero tranquila —habla en tono sereno y dulce—. Es una mujer joven y agradable, no te preocupes, seguro le caes bien.
Dios quiera que así sea… Digo para mis adentros.
—Bien, te acompañaré a la sala de reuniones, es por aquí —me dice poniéndose de pie e indicándome la dirección que debo seguir.
Camino detrás de ella a través del inmenso pasillo, hasta que damos una vuelta a la izquierda. No había notado que se abría a los costados, ni que había escaleras a lo largo de él.
Subimos tres escaleras y llegamos al cuarto piso. Aquí todo está más tranquilo. Las personas permanecen en sus asientos trabajando con computadoras, creo que es la parte de edición.
Delante de mí aparecen dos inmensas puertas de madera oscura. No tiene paredes, está rodeada por ventanales inmensos. Algunos están cubiertos por cortinas metálicas, y otros permiten entrever lo que hay dentro. Puedo observar que hay una mesa gigante, ocupada por una sola persona, que está sentada en el final de ella, leyendo unos papeles que tiene la mano.
Es obvio, es Izayoi, la dueña de la revista.
Noto cómo empiezo a hiperventilar, los nervios se apoderan de mí. Espero que Sango no lo note, quizá me sugiera volver a mi casa y ya no quieran darme una oportunidad... 
¡Kagome! Sé positiva, me reprendo interiormente. 
Seguimos avanzando hasta que estamos a un paso de ingresar al gran salón. Mi acompañante abre la puerta lentamente.
—Izayoi —saluda Sango entrando a la sala—. Ella es Kagome Higurashi.
La susodicha voltea a verme. Tiene un rostro bello, que transmite paz y amor. El largo cabello negro le cae en cascada por su espalda, y un perfecto flequillo cubre su frente. Sus ojos café se encuentran con los míos y sonríe.
—Gracias, Sango —vuelve a mirar a la recepcionista y asiente—. Puedes retirarte.
Mi compañera le hace caso y sale por la puerta. La habitación queda sumida en un silencio incómodo.
—Ven, siéntate —me ofrece amablemente, señalando una silla a su lado. Me ubico y cruzo mis piernas—. Creo que ya lo sabes, pero mi nombre es Izayoi Taisho.
Sonríe, mostrando sus blancos dientes.
—Un gusto conocerla —le devuelvo la sonrisa.
—Bien, ¿comenzamos la entrevista?
Asiento, nerviosa. Puedo sentir la adrenalina corriendo por mis venas, si no me desmayo ahora mismo, será un milagro.

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